FORMACIÓN PSICOCORPORAL

La interiorización es llevar los sentidos hacia dentro, hacer un cambio de dirección en los fundamentos de la percepción que, por mandato cultural, están enfocados en el mundo externo. Dentro de los objetos internos que pueden ser percibidos el cuerpo físico es el más tosco y  fácil de enfocar, pero es sólo el camino de entrada a la experiencia interior

Es el primer nivel de un estudio que trata sobre mundos inexplorados, y sin embargo tan asequibles, que nunca se nos ocurrió conquistar.

El integrar nuestro cuerpo en la conciencia quiere decir que establecemos un vínculo de comunicación permanente con lo que nos sucede físicamente. La conexión amorosa  permite desarrollar el agradecimiento inmenso al cuerpo por darnos la posibilidad de estar vivos, de existir en esta dimensión física.

A partir de aquí otros aspectos más sutiles de nuestro ser pueden ser revelados y no solamente esto, si no también descubrir las interrelaciones profundas que existen entre ellos, como por ejemplo la relación cuerpo mente. Las irrupciones emocionales y también las actitudes mentales derivadas de creencias arraigadas en el espacio mental  acaban por manifestarse en el cuerpo mediante tensiones físicas, bloqueos energéticos, posturas corporales.

Mediante una amplia variedad de técnicas, algunas de las cuales se utilizan con la atención enfocada en el cuerpo o con la participación del cuerpo, a través del tacto, el movimiento, el masaje, la respiración, puede aparecer en el campo de la conciencia información nueva: un “caer en la cuenta de algo importante” que se ha rehusado ver. Se utiliza el contacto con el cuerpo para el descubrimiento a través de la propia escucha.

Este estudio sistemático arroja indicios sobre las necesidades vitales y sobre la actitud frente al mundo, sobre los modelos de relación consigo y con otras personas, sobre las estructuras del carácter y cómo se percibe uno.

A medida que el trabajo interior continúa aspectos más fascinantes se van revelando. A través de ese diálogo con el cuerpo se descubre que él mismo guarda bajo llave todas las experiencias significantes de la vida, tanto las traumáticas como las placenteras. Estos relatos de vida se han quedado grabados en las células, órganos vitales, articulaciones y huesos, músculos, órganos de los sentidos, órganos sexuales.. Y mientras el foco de la atención continua indagando ésta se vuelve más aguda, hasta permitir que emerjan memorias a la conciencia y se liberen. Facilitando así la expresión directa de las emociones asociadas a las tensiones y bloqueos almacenadas en el cuerpo tal vez desde la infancia.

Se cierran entonces ciclos sin concluir que producían estancamiento y prolongaban el sufrimiento que se deriva de un paradigma infantil o victimista

El adquirir conciencia del cuerpo nos sitúa inmediatamente en el aquí y ahora. De forma que permite la conexión con las emociones más profundas, con situaciones de vida por las que se atraviesa sin permitir la evasión. El desarrollo de la sensibilidad y de la capacidad de estar atento será otra de las consecuencias del trabajo de adquirir conciencia corporal. Muchas de nuestras emociones están tamizadas por nuestra sombra: aspectos de nosotros mismos que no queremos reconocer y que las emociones pueden revelar. Cuando se haya adquirido más conciencia corporal no podrá evitarse que emoción o sentimiento nos está afectando justo en el momento que comienza a emerger.

En última instancia el cuerpo, gracias al reconocimiento de que es nuestra morada, nos permite entrever que somos conciencia, que es nuestra identidad última. Tiene que ver con su función de albergar y dar cobijo a nuestra presencia. Estamos obligados a permanecer en su interno. El cuerpo apunta a que hay algo que lo habita: el espíritu dando conciencia a la materia.

En palabras Karlfried Graf Dürckheim:

“El hombre como persona no puede más que comprenderse en el sentido de su destino trascendente. Asimismo, la única forma justa de situar y de tratar al cuerpo que uno es, debe ser considerándolo en su papel de instrumento de la maduración humana total, la que nos lleva a la transparencia, a la transcendencia. El hombre no está ahí de forma justa, si no está presente por el Ser esencial y orientado hacia él, abierto por lo tanto a la manifestación del Ser. Ejercitar el cuerpo en el sentido de la transparencia, implica la destrucción de todo lo que la daña y el afincamiento de todo lo que la favorece.»