PRÁCTICAS MEDITATIVAS
Si nunca hemos practicado meditación y observamos a alguien en postura de meditación: en silencio, con los ojos cerrados e inmóvil, suponemos que la persona que lo hace está en su mente medio ensoñando, medio pensando, medio fantaseando porque le atribuimos lo que solemos hacer cuando cerramos los ojos y permanecemos en silencio exteriormente. Pero, al contrario de lo que mucha gente piensa, la experiencia meditativa se aleja de la fantasía y del ensueño y busca y , o mejor dicho “consiste en” estar cada vez más en la realidad y desarrollar una conciencia que es capaz de aprehenderla: la mente testigo que atestigua la experiencia sin juicios. Y como “lo real “sólo se encuentra en el momento presente la meditación nos acerca al aquí y ahora, único lugar donde es posible vivir.
Su verdadero objetivo es despertar, romper el hechizo del lenguaje que sustituye “lo real” por la interpretación conceptual de lo real. Quitar aquellos límites que dividen y fragmentan el mundo mediante el paradigma dual hecho de palabras. Ampliar el campo de la conciencia, ser cada vez más conscientes. El conocimiento desde la mente silenciosa.
El conocimiento puede venir desde el silencio donde no existen interpretaciones de los fenómenos que ocurren, ni de la propia experiencia porque este conocimiento se basa en el constatar, en el experimentar y percibir sin necesidad del lenguaje. Cualquier objeto que sea percibido en el campo de la conciencia genera un acercamiento y una identificación con el sujeto que lo percibe. Por tanto, si somos capaces de percibir en el campo de la conciencia nuestro propio ego, la identificación que hacíamos de nosotros mismos con el propio ego se va diluyendo para encontrar una identificación con algo que lo trasciende y engloba. Y que es más verdadero. Acallar el pensamiento es el inicio de la experiencia más allá del ego. La meditación pone en contacto, acerca al “ Yo verdadero” aquel que no puedes encorsetar en definiciones que te has colgado sobre ti mismo.
La búsqueda del silencio es el principal objetivo de una serie de poderosos ejercicios que buscan lo real.
Por eso un buen punto de partida para empezar la verdadera práctica de la meditación puede ser el enfocarse en el propio cuerpo, lo más tangible y cercano. Sentir la respiración o una parte del cuerpo y desarrollar una capacidad de concentración cada vez más elevada. En la medida en que esta capacidad se hace más intensa lo intangible, como emociones y pensamientos y otros aspectos sutiles, también formará parte de los objetos perceptibles de la conciencia.
Mediante diferentes ejercicios, respiración, estiramientos, evocación de estados emocionales positivos, concentración, emisión de sonidos repetitivos, movimiento consciente, baile, mindfulness, podemos acercamos a estados de meditación que aquietan la mente, dispersan los pensamientos, agudizan la atención y expanden la conciencia.
Todo ello genera un enorme beneficio en todos los distintos aspectos del ser: físico, emocional, mental… estados de dicha y bienestar son el resultado de reducir las voces internas de diferentes subpersonalidades en eterno conflicto.
Una sensación de limpieza profunda de la mente. Parecido al que podrían tener unas largas y agradables vacaciones, tomadas justo después de un intenso estrés laboral y que nos sanan de sus dañinos efectos. O al de haber descansado y dormido muy bien la noche anterior.
Parafraseando a Wittgenstein “Si entendemos que la eternidad significa u un momento atemporal o sin tiempo la vida eterna pertenece a quienes viven en el presente”.